Subir las escaleras y encontrarte con el sonido de una máquina de escribir
en los tiempos que corremos, es como sentir que el tiempo se ha
paralizado. Me pareció ese sonido como el hilo musical que te hace echar la vista atrás, repasar mentalmente
aquellos momentos que tras un silbato te debatías en conseguir
cuatrocientas pulsaciones por minuto y un máximo de tres erratas.
Hoy, agradezco aquél método ciego, aquellas pulsaciones y aquella
exigencia de pocos errores. Hoy, mi homenaje a la máquina de escribir, y brindo por todos y cada uno de esos momentos que he compartido con ella.
En proceso,